El samebito sugirió que visitaran el puente donde se habían encontrado por primera vez para recordar, y quizás él podría volver
a llorar. Al día siguiente, visitaron el puente. Comieron pescado y bebieron vino, y vieron la puesta de sol. Al ver la puesta de sol sobre el mar chispeante, y con un poco de ayuda del vino, pensó en su vida anterior en el mar y sus días felices en el palacio del dragón. Le invadiría la nostalgia y comenzó a llorar profusamente. Una gran lluvia de joyas cubrió el puente. Tōtarō comenzó a juntarlos. Cuando recogió diez mil joyas, gritó de alegría. En el mismo momento, un glorioso palacio hecho de coral del color del sol poniente surgió del agua. Samebito explicó a Tōtarō que los Ocho Grandes Reyes del Dragón debían haberle concedido el perdón y lo llamaban a casa. Se despidió de Tōtarō, y éste llevaría el cofre de diez mil joyas a la familia de Tamana y poco después ambos se casarían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario