miércoles, 6 de junio de 2018

K O J I N : HUMANOIDES ACUATICOS DEL JAPON

Samebito

 SAMEBITO     S A M E B I T O     SAMEBITO          (  鮫  人   EL  HOMBRE   TIBURON  )           Son criaturas que se cree habitan en el Mar del Sur de China, que se asemejan a ningyo. Los Kōjin tienen cuerpos negros, escamosos y parecidos a tiburones, y rasgos y brazos faciales feos y humanos. Kōjin son humanoides acuáticos.  Los Kōjin son conocidos por su habilidad para tejer, y pasan gran parte de sus vidas trabajando en sus telares. La seda marina que tejen es de la mejor
KōjinKōjin
calidad y no se moja ni siquiera en el agua. Son muy emocionales y lloran con frecuencia.
Cuando lloran caen de sus ojos perlas (o gemas preciosas) en lugar de lágrimas. Cuentan las leyendas como hace mucho tiempo, un hombre llamado Tōtarō vivía en la orilla del lago Biwa. Un día, se encontró con una criatura de aspecto extraño 
agazapada cerca de un puente. Parecía un hombre, pero su cuerpo era negro como la tinta, tenía el rostro de un demonio y la barba de un dragón, y sus ojos eran como esmeraldas verdes. Aunque

Samebito
Tōtarō estaba asustado, sus ojos verdes le parecieron amables, por lo que se acercó a la criatura. La criatura le contó que había servido como oficial bajo los Ocho Grandes Reyes del Dragón en el palacio del dragón de Ryūgū-jō, pero fue desterrado del palacio y exiliado del mar debido a un pequeño error que había cometido. Desde entonces, había estado vagando, sin poder encontrar comida o refugio. Le suplicó a Tōtarō por ayuda. 
Tōtarō  se compadeció y lo llevó al  a su casa, donde tenía un pequeño jardín con un estanque. Le dijo que podría vivir allí todo el tiempo que quisiera. Durante 
el séptimo mes, 

Samebito Samebito
Tōtarō fue a un festival en Mii-dera. Allí conoció a una mujer de extraordinaria belleza de nombre  Tamana y se enamoró de ella a primera vista. Totaro siguió a Tamana a casa y descubrió que no estaba casada, y que su familia quería que se casara con un hombre de rango. Exigían 
como regalo de compromiso un cofre de diez mil joyas. Tōtarō cayó en la desesperación, sabiendo que  nunca podría conseguirlas. 
 Le atormentaba tanto que 

Kōjin
 se negó a comer o dormir, y se puso muy enfermo. Parecía que moriría de un corazón roto. Samebito entró en la casa para cuidar a Tōtarō en sus últimos días. Tōtarō se disculpó con  temiendo que después de su muerte, samebito perdería su hogar y moriría también. El samebito estaba tan conmovido por la compasión de Tōtarō que comenzó a llorar. Grandes lágrimas de salían de sus ojos verdes y  esas
Tōtarō y el samebito
se convertían ​​en joyas.  El samebito, asombrado por la
recuperación de Tōtarō, dejó de llorar y el flujo de joyas también se detuvo. Tōtarō le suplicó que siguiera llorando hasta que tuviera diez mil joyas, pero el  samebito contestó  que solo podía llorar cuando sentía un verdadero dolor en su corazón. Al ver que la enfermedad de Tōtarō se curó, no pudo llorar más. El  samebito sugirió que visitaran el puente donde se habían encontrado por primera vez para recordar, y quizás él podría volver
SamebitoSamebito
a llorar. Al día siguiente, visitaron el puente. Comieron pescado y bebieron vino, y vieron la puesta de sol. Al ver la puesta de sol sobre el mar chispeante, y con un poco de ayuda del vino, pensó en su vida anterior en el mar y sus días felices en el palacio del dragón. Le invadiría la nostalgia y comenzó a llorar profusamente. Una gran lluvia de joyas cubrió el puente. Tōtarō comenzó a juntarlos. Cuando recogió diez mil joyas, gritó de alegría. En el mismo momento, un glorioso palacio hecho de coral del color del sol poniente surgió del agua. Samebito explicó a Tōtarō que los Ocho Grandes Reyes del Dragón debían haberle concedido el perdón y lo llamaban a casa. Se despidió de Tōtarō, y éste llevaría el cofre de diez mil joyas a la familia de Tamana y poco después ambos se  casarían.
El samebito

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